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Desde la azotea de una polifacética ligeramente pirada...

Paseos por las estrellas

El Castillo de Montsoriu

El Castillo de Montsoriu En el pueblo donde vivo, al final de la carretera que lo cruza, se ve un castillo en lo alto de una colina.
Cuando vengo de trabajar lo veo, a lo lejos, y sus torreones grises parecen llamarme desde la distancia. A cualquier parte del pueblo adonde vaya, su silueta oscura llena de memorias me encuentra y me fascina cada vez. Nunca es rutinario, ni siquiera parece ser nunca igual.
El castillo se llama
Castell de Montsoriu , y como la mayoría de castillos, tiene sus leyendas.
Una vez fui a verlo. Una amiga que trabajaba en el Museu de la Gabella me hizo una visita guiada para mi solita ;)
En el año 2001 la luz y el agua llegaron por primera vez a la zona del castillo, y de este modo las obras de restauración empezaron a tirar adelante con cierta continuidad. Claro que sólo trabajan en verano, porque los que se dedican a esto son voluntarios (y además cualquiera se pone a rascar piedras y cavar a la intemperie con el fresquito que hace en invierno en el Montseny...).
Y claro, mi cabecita novelera, cada vez que ve el castillo, que parece acompañarme a todas partes, siente una necesidad imperiosa de escribir un relato que se desarrolle precisamente allí.
Quizás influye también el hecho de que las tierras del Montseny són tierras plagadas de leyendas sobre seres fantásticos , y esa magia que se respira en el aire me fascina.
Sobre todo cuando voy al bosque. Como cuando fui al Salt de la
Dona
aigua, hace dos veranos. Me bañé allí....Y aunque cuando me regalaron una tarde en el centro lúdico-termal del Magma me lo pasé en grande, nada mejor que una buena cascada natural bajo la cual puedes disfrutar del chorro de agua con la fuerza justa para que sientas un cierto temor (nos pasaba cada vez que íbamos a mojarnos, nada cambia después de la primera impresión) y una especie de éxtasis cuando estás allí debajo desnuda y con la cara levantada hacia el sol y las rocas. Yo gritaba tanto que mis amigas se reían como locas diciendo que al final alguien vendría a ver si nos pasaba algo....
Y luego me senté en una piedra, mirando las lascas del río bajo las ondas suaves del agua, iluminada por el sol que se deslizaba furtivo entre las ramas de los árboles, y en cada hoja caída deseaba ver una ninfa, o un duende. La verdad es que siempre he deseado que existan esa clase de personajes. Ah y los extraterrestres. Llevo toda la vida esperando que unos u otros se pongan en contacto conmigo y no lo hacen, pero supongo que sería una terrible presunción pensar que sólo por eso ya no existen :D.
Escribo esto y me acuerdo, no puedo evitarlo, de cómo me gustaba jugar con el Exín Castillos, y cómo cuando terminaba uno le ponía unos fantasmas blancos de plástico en las almenas de lo más ortopédicos, pero que entonces me parecían encantadores, incluso encantados.
Si es que mi madre ya me lo decía desde niña, que soy como
“Antoñita la Fantástica”
. Y digo soy porque aunque se supone que ya tengo la edad y el estado civil apropiados para sentar la cabeza, dudo que la llegue a sentar en la vida...
Así que me voy a fantasear un rato, a recorrer algunos castillos misteriosos llenos de tesoros y misiones heroicas que cumplir.
Y el relato del que os hablaba al principio...bueno está ahí, agazapado entre mis neuronas, deseando salir, y cuando se decida, lo pondré aquí ;).

Imagen: Sputnik art Studios
12:30 a.m. Escuchando: Ella Fitzgerald – “Water to drink” (Ella abraça Jobim)