La Puerta
-No puedo
Lo dice con fuerza, casi como si lo escupiera, aunque la voz suena algo cascada por el tiempo que lleva sin utilizarla. Un mosquito pasa cerca de él y percibe con disgusto el zumbido molesto del insecto en medio del silencio de la tarde.
Querer es poder le recuerda una voz interior que su memoria ya creía muerta. Y se ríe, por dentro, con una carcajada silenciosa, quebrada y amarga, se ríe de sí mismo, de los tópicos en los que creyó, del idealismo en el que naufragó hace tiempo, abandonándose después a la deriva de la vida agarrado apenas a la carcomida tabla de su orgullo para sobrevivir.
Hace mucho calor, seguramente estaría mejor entre las gruesas paredes de piedra de la casa, pero se ha quedado clavado en el porche, y no puede moverse hacia delante, ni tampoco hacia atrás. La puerta está ahí, recortándose luminosa contra el perfil del bosque y las montañas, que parecen una sombra irreal pintada en una de esas postales antiguas de color sepia.
Espanta con la mano una sutil telaraña de excusas que le nubla la vista. La puerta sigue ahí, entreabierta, y un tenue rayo de luz amarilla escapa dibujando senderos volátiles en el aire, en el pequeño espacio que parece marcar la frontera entre el vacío, y una posibilidad de vida.
-No puedo...
Su voz es apenas un susurro, roto por algo que recuerda vagamente al llanto que perdió hace tiempo cuando se vació su alma.
Enredando los dedos con su espesa y larga barba siente una especie de repugnancia, pero a su fatigado cinismo le divierte notar la suciedad y el acartonamiento que su pelo, su ropa y su corazón comparten.
No puedo piensa. Pero ya se ha levantado, muy despacio, como si temiera romperse, ahíto de pereza y de tedio viejos como el cielo que le cubre de resplandores rojizos mientras el sol también le deja sólo.
El comedor es un oscuro desierto poblado tan sólo por el polvo y las telarañas, una mesa, dos sillas, una botella de agua turbia, y una gran caja de cartón manchada de humedad.
Se quita la ropa con cuidado, y la dobla acariciándola con las puntas de los dedos, como si se estuviera despojando de un traje de seda, para colgarla finalmente sobre la silla con infinito cuidado. Da un largo sorbo a la botella de agua sucia sin pestañear si quiera, aunque de seguro sabe a charca cenagosa...
Ni siquiera se digna mirar alrededor, lleva los ojos bajos, mientras su mente está ocupada desterrando los últimos no puedo que asoman a sus pupilas tomando la forma de las primeras lágrimas que vierte en muchos años.
La puerta parece palpitar como un ser vivo en medio del atardecer que se consume.
¡Adiós!!!!!!!! Grita con rabia, con una fuerza que creía definitivamente perdida, y que parece resquebrajar el suelo en mil pedazos y hacer rugir al viento en un clamor de despedida.
Y así desnudo, aferrado al aliento de vida que inopinadamente sintió nacer ayer en lo más hondo de las grietas de sus manos, abre la puerta con cuidado y se deja absorber por la luz dorada y suave que emana desde lo desconocido.
Y con un pálido bosquejo de sonrisa asomando a las comisuras de los resecos labios piensa bajito, cómplice de sí mismo, por penúltima vez esperanzado Esta vez aprenderé a volar
Imagen: Debra McClinton
03:04 p.m. Escuchando: Yo Yo Ma ( Soul of Tango-Astor Piazzola)
Lo dice con fuerza, casi como si lo escupiera, aunque la voz suena algo cascada por el tiempo que lleva sin utilizarla. Un mosquito pasa cerca de él y percibe con disgusto el zumbido molesto del insecto en medio del silencio de la tarde.
Querer es poder le recuerda una voz interior que su memoria ya creía muerta. Y se ríe, por dentro, con una carcajada silenciosa, quebrada y amarga, se ríe de sí mismo, de los tópicos en los que creyó, del idealismo en el que naufragó hace tiempo, abandonándose después a la deriva de la vida agarrado apenas a la carcomida tabla de su orgullo para sobrevivir.
Hace mucho calor, seguramente estaría mejor entre las gruesas paredes de piedra de la casa, pero se ha quedado clavado en el porche, y no puede moverse hacia delante, ni tampoco hacia atrás. La puerta está ahí, recortándose luminosa contra el perfil del bosque y las montañas, que parecen una sombra irreal pintada en una de esas postales antiguas de color sepia.
Espanta con la mano una sutil telaraña de excusas que le nubla la vista. La puerta sigue ahí, entreabierta, y un tenue rayo de luz amarilla escapa dibujando senderos volátiles en el aire, en el pequeño espacio que parece marcar la frontera entre el vacío, y una posibilidad de vida.
-No puedo...
Su voz es apenas un susurro, roto por algo que recuerda vagamente al llanto que perdió hace tiempo cuando se vació su alma.
Enredando los dedos con su espesa y larga barba siente una especie de repugnancia, pero a su fatigado cinismo le divierte notar la suciedad y el acartonamiento que su pelo, su ropa y su corazón comparten.
No puedo piensa. Pero ya se ha levantado, muy despacio, como si temiera romperse, ahíto de pereza y de tedio viejos como el cielo que le cubre de resplandores rojizos mientras el sol también le deja sólo.
El comedor es un oscuro desierto poblado tan sólo por el polvo y las telarañas, una mesa, dos sillas, una botella de agua turbia, y una gran caja de cartón manchada de humedad.
Se quita la ropa con cuidado, y la dobla acariciándola con las puntas de los dedos, como si se estuviera despojando de un traje de seda, para colgarla finalmente sobre la silla con infinito cuidado. Da un largo sorbo a la botella de agua sucia sin pestañear si quiera, aunque de seguro sabe a charca cenagosa...
Ni siquiera se digna mirar alrededor, lleva los ojos bajos, mientras su mente está ocupada desterrando los últimos no puedo que asoman a sus pupilas tomando la forma de las primeras lágrimas que vierte en muchos años.
La puerta parece palpitar como un ser vivo en medio del atardecer que se consume.
¡Adiós!!!!!!!! Grita con rabia, con una fuerza que creía definitivamente perdida, y que parece resquebrajar el suelo en mil pedazos y hacer rugir al viento en un clamor de despedida.
Y así desnudo, aferrado al aliento de vida que inopinadamente sintió nacer ayer en lo más hondo de las grietas de sus manos, abre la puerta con cuidado y se deja absorber por la luz dorada y suave que emana desde lo desconocido.
Y con un pálido bosquejo de sonrisa asomando a las comisuras de los resecos labios piensa bajito, cómplice de sí mismo, por penúltima vez esperanzado Esta vez aprenderé a volar
Imagen: Debra McClinton
03:04 p.m. Escuchando: Yo Yo Ma ( Soul of Tango-Astor Piazzola)
6 comentarios
Esquivando -
Sergi -
Moonsa -
lua -
Dark kisses
Marta -
La imagen es chulísima. El cambio de diseño impecable, y el texto...
Me ha encantado. Aprenderá a volar?
Un beso!
not a pretty girl -