El Ocaso de los Dioses
EL DOMINGO FUI AL LICEU. Si, en mayúsculas, porque fue una tarde-noche memorable.
El montaje del Ocaso de los Dioses , cuarta y última parte de la tetralogía del Anillo del Nibelungo , de Richard Wagner , era espectacular (a pesar de que uno de mis amigos sostenía que las luces cuadrangulares en el fondo del escenario parecían una discoteca, y en algunos momentos si recordaban esos efectos), el reparto era excelente y el teatro del Liceu un marco perfecto para las casi cinco horas que nos pasaron volando.
Volando, y en una nube, de la que ni siquiera nos bajamos al terminar.
El público les dedicó a los artistas una de esas ovaciones largas y plagadas de bravos que llenan el espacio de calor y emoción. Y después tuvimos el privilegio de entrar en las entrañas del teatro, tomarnos una copita de cava (era el día del estreno), e incluso saludar a algunos de los cantantes.
La verdad, no quiero meterme a crítico de ópera , porque ni me considero autorizada ni me hace mucha gracia la profesión de crítico en general, pero al menos intentaré haceros una crónica sui generis.
La estética del montaje era un poquito marciana, con estructuras de metal y una especie de antenas parabólicas, pero muy lograda, con muchos cambios de decorado y múltiples aberturas que hacían que las entradas y salidas de los personajes fueran de algún modo mágicas, lo cual le venía estupendamente al argumento.
Brunhilde, la walkyria protagonista, encarnada por la norteamericana Deborah Polaski, fue una auténtica creación. La soprano no sólo dominaba la escena con su voz, que lo hacía, porque de todos los cantantes era la que más claramente se escuchaba sobre la orquesta, lo cual tratándose de Wagner es casi una proeza, sino también con un talento de actriz con el que demostró una vez más la grandeza de la ópera como espectáculo total.
El tenor, que representaba al héroe, Sigfried, para mi gusto no estuvo tan acertado (no tengo suerte con los tenores wagnerianos), un poco forzado en su interpretación, y en varios momentos algo justo de voz.
En cuanto al Sr. Salminen, el bajo, hizo un Hagen extraordinario. Es un finlandés enorme (creo que mide más de dos metros, y además tiene una prominente barriga) con un vozarrón totalmente acorde con su talla y grandes dotes interpretativas.
El resto del elenco estuvo estupendo, a pesar de que al inicio del espectáculo anunciaron por megafonía que el barítono pedía comprensión porque iba a cantar aquejado de un ataque de alergia, que por cierto no se le notó lo más mínimo.
Una tarde-noche de ópera de esas que hacen afición como dicen los fuboleros.
Y no quiero olvidarme, sobre todo, del mayor lujo de la función. Los tres caballeros que me acompañaban, a cual más apuesto y galante, y el entrañable señor con el que nos encontramos en los camerinos, todo un erudito de la ópera además de una persona encantadora.
Un detalle que quiero mencionar: hoy por hoy en el Liceu se ven modelos de los más variopintos, desde el traje de tiros largos más pomposo (una señora que llevaba sobre la falda una especie de tul negro con bordados y pasamanería) hasta el atuendo más informal (una chica que llevaba un pantalón de lona gris y una rebeca que tenía que haber visto muchas excursiones por la montaña antes de llegar al teatro),y que incluso los artistas, lejos de aquellos lujos que antaño les rodeaban, llevan atuendos normales (el cant ante que encarnaba a Alberich, llevaba un tejano y una camisa de cuadros que junto a su barba le hacían tener un look de Quico el progre genial).
A destacar la sencillez con la que nos recibió Deborah Polaski para firmarle un autógrafo al más joven de mis amigos (tan azorado que tuve que empujarle literalmente dentro del camerino) y que nada tenía que ver con la imagen que solemos tener de las divas de la lírica.
Una gozada oigan, en todos los aspectos, que recomiendo encarecidamente.
Aquí hago un mutis por el foro dignísimo, envuelta en tules, con la cabeza erguida, escuchando con deleite la ovación del público...
Y entre bambalinas me despiertan los platos por fregar, cuatro gatos hambrientos y un montón de trabajo que se me ha acumulado este finde. No me importa, mereció la pena ;).
Imagen: Moonsa
01:32 p.m. Escuchando: Berrogüeto - "Nanatsu"
El montaje del Ocaso de los Dioses , cuarta y última parte de la tetralogía del Anillo del Nibelungo , de Richard Wagner , era espectacular (a pesar de que uno de mis amigos sostenía que las luces cuadrangulares en el fondo del escenario parecían una discoteca, y en algunos momentos si recordaban esos efectos), el reparto era excelente y el teatro del Liceu un marco perfecto para las casi cinco horas que nos pasaron volando.
Volando, y en una nube, de la que ni siquiera nos bajamos al terminar.
El público les dedicó a los artistas una de esas ovaciones largas y plagadas de bravos que llenan el espacio de calor y emoción. Y después tuvimos el privilegio de entrar en las entrañas del teatro, tomarnos una copita de cava (era el día del estreno), e incluso saludar a algunos de los cantantes.
La verdad, no quiero meterme a crítico de ópera , porque ni me considero autorizada ni me hace mucha gracia la profesión de crítico en general, pero al menos intentaré haceros una crónica sui generis.
La estética del montaje era un poquito marciana, con estructuras de metal y una especie de antenas parabólicas, pero muy lograda, con muchos cambios de decorado y múltiples aberturas que hacían que las entradas y salidas de los personajes fueran de algún modo mágicas, lo cual le venía estupendamente al argumento.
Brunhilde, la walkyria protagonista, encarnada por la norteamericana Deborah Polaski, fue una auténtica creación. La soprano no sólo dominaba la escena con su voz, que lo hacía, porque de todos los cantantes era la que más claramente se escuchaba sobre la orquesta, lo cual tratándose de Wagner es casi una proeza, sino también con un talento de actriz con el que demostró una vez más la grandeza de la ópera como espectáculo total.
El tenor, que representaba al héroe, Sigfried, para mi gusto no estuvo tan acertado (no tengo suerte con los tenores wagnerianos), un poco forzado en su interpretación, y en varios momentos algo justo de voz.
En cuanto al Sr. Salminen, el bajo, hizo un Hagen extraordinario. Es un finlandés enorme (creo que mide más de dos metros, y además tiene una prominente barriga) con un vozarrón totalmente acorde con su talla y grandes dotes interpretativas.
El resto del elenco estuvo estupendo, a pesar de que al inicio del espectáculo anunciaron por megafonía que el barítono pedía comprensión porque iba a cantar aquejado de un ataque de alergia, que por cierto no se le notó lo más mínimo.
Una tarde-noche de ópera de esas que hacen afición como dicen los fuboleros.
Y no quiero olvidarme, sobre todo, del mayor lujo de la función. Los tres caballeros que me acompañaban, a cual más apuesto y galante, y el entrañable señor con el que nos encontramos en los camerinos, todo un erudito de la ópera además de una persona encantadora.
Un detalle que quiero mencionar: hoy por hoy en el Liceu se ven modelos de los más variopintos, desde el traje de tiros largos más pomposo (una señora que llevaba sobre la falda una especie de tul negro con bordados y pasamanería) hasta el atuendo más informal (una chica que llevaba un pantalón de lona gris y una rebeca que tenía que haber visto muchas excursiones por la montaña antes de llegar al teatro),y que incluso los artistas, lejos de aquellos lujos que antaño les rodeaban, llevan atuendos normales (el cant ante que encarnaba a Alberich, llevaba un tejano y una camisa de cuadros que junto a su barba le hacían tener un look de Quico el progre genial).
A destacar la sencillez con la que nos recibió Deborah Polaski para firmarle un autógrafo al más joven de mis amigos (tan azorado que tuve que empujarle literalmente dentro del camerino) y que nada tenía que ver con la imagen que solemos tener de las divas de la lírica.
Una gozada oigan, en todos los aspectos, que recomiendo encarecidamente.
Aquí hago un mutis por el foro dignísimo, envuelta en tules, con la cabeza erguida, escuchando con deleite la ovación del público...
Y entre bambalinas me despiertan los platos por fregar, cuatro gatos hambrientos y un montón de trabajo que se me ha acumulado este finde. No me importa, mereció la pena ;).
Imagen: Moonsa
01:32 p.m. Escuchando: Berrogüeto - "Nanatsu"
11 comentarios
Cantant de jazz a Mallorca -
un señor bigotudo -
Moonsa -
elMelómano -
Hace cinco años asistí a un concierto de cantos gregorianos en la Catedral de Barcelona. Allí la acústica es excelente. Es por eso que me gustó más la boda que se celebró allá, que no la que han hecho ahora en la Catedral de la Almudena de Madrid.
Moonsa -
Manel -
Hija de la Luna -
que suerte, quién pudiera. Me alegro de que hayas disfrutado de esa maravilla.
un besote!
Lyzzie -
guasabi -
lua -
Dark kisses
Por cierto no soy yo :)
Turandot -
Plas plas plas ( que no son aplausos de claque, eh? )
Jo, yo nunca he ido a ver una ópera...
Besotes y abrazossss